Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos.Oh,un poco, muy poco.Era como si quisiera mirar escondida detrás de sus largas pestañas.
A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no habia logrado empañar.Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que Ella los veía.
Porque Ella veía,sentía...
La amortajada
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