Las calles de Buenos Aires son rectas. Al cruzarse, forman ángulos de noventa grados. Las manzanas forman cuadrados perfectos. Las avenidas corren derechas durante muchos kilómetros, hasta alcanzar sus límites naturales donde se pierde la vista. El campo, el río. Si uno sale a caminar por Rivadavia puede volver en diez minutos, dentro de 45 días o nunca: depende de su capacidad de giro. Alguien que va y alguien que viene chocarán indefectiblemente en un punto.
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