Marcelo:

Le dedico un rato a redactarle estas líneas dado que cada vez que lo veo se me hace imposible hablarle.No se porqué, pero desde esa tarde en el café, usted sabe esa tarde en que nos quedamos viendo con disimulo a las señoras que estaban tomando el té con unos sombreros extraños, que no paraban de reirse con estrepitosas carcajadas (a las que usted bien supo imitar en el camino a casa,tan jocosamente).Exactamente desde esa tarde, después de sentarnos en el zaguán a ver el cielo, a ver esa luna llena, de tan llena que estaba era más redonda que sus ojos,ay Marcelo!usted sabe lo que me gustan sus ojos, la redondez de sus ojos...esa noche la luna no tenía nada que envidiarle.
Bueno seguramente se debe acordar lo que paso esa tarde, cuando al mirar la luna preguntó si sabía dónde estábamos, y yo inocentemente respondí "por supuesto, en el zaguán de casa" y usted con una mirada pícara replicó "no mi vida, estamos frente a la luna".Desde esa vez tengo algo muy importante que decirle y hasta ahora no supe como hacerlo, ya que cada vez que lo intentaba me sucedían cosas raras.
Como la otra mañana caminando por las vías del tren, estaba totalmente decidida para decírselo, pero no hubo caso.Piel de gallina, nudo en la garganta y gallos de riña en el estómago...si Marcelo, sueña extrañisimo, lo se!pero es asi, eso me pasa cada vez que intento decirle que lo amo.Mismo esta carta, tuve que escribirla a máquina, porque cada vez que apoyaba la lapicera sobre el papel sentía como si mi mano no la controlara y sin desearlo empezaba a hacer arabezcos y corazones.Usted sabe que detesto los corazones, pero no había caso!no podía detenerla!Asique desempolvé mi antigua Underwood y acá estoy, escribiéndole.Nunca fui una gran mecanógrafa, pero esta vez es como si mis dedos no se rehusaran.
Espero que esta carta no lo espante y sepa comprenderme, por favor.

Besos de los que a usted le gustan,
Alejandra.

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